Si hablamos de futsal, constantemente se plantean dos premisas clave las cuales son la profesionalización y, claro, que el deporte sea considerado olímpico. Para ambos items, argumentos sobran y probablemente solo demande un poco más de tiempo para que esa discusión sea una realidad. En tanto, existe un tercer punto que por uno u otro motivo siempre queda excluido de la lista: la federalización del deporte.
En Argentina se tiene una liga de futsal, comandada por AFA, que no para de crecer y que año tras año eleva su prestigio, resultados mediante, y exporta cada vez más jugadores a ligas aún más desarrolladas y competitivas. No es ninguna novedad.
Así mismo, no es novedad que en los últimos años la selección nacional haya cosechado resultado más que importantes. Léase el Mundial de Colombia 2016, el Sudamericano Sub-20 del mismo año, en Uruguay, o el título de las eliminatorias de Lituania en tierras brasileñas hace algunos meses.
Si analizamos la liga de futsal desarrollada por AFA encontramos una competencia que ya marcha sola, que está bastante ordenada y que cuenta con equipos muy poderosos. De la misma manera, es obligatoria la autocrítica que expone la afirmación de que no es una competencia nacional sino que es un torneo de Buenos Aires, pensado para Buenos Aires y con algún que otro desubicado del interior (de Rosario, en definitiva) que se suma de vez en cuando para tratar de hacer lío.
Para graficar esta situación solamente hace falta traducirla en números. La liga cuenta con 4 categorías y desde Primera D a Primera hay 87 equipos. Estos se reparten de la siguiente manera: 50 son de la Ciudad de Buenos Aires, 33 del Conurbano bonaerense, 3 del Interior de la Provincia de Buenos Aires y solamente 1 del interior del país.
Más allá de la decisión política y dirigencial, también existe otro aditivo para que esto no sea viable para todos: las distancias y la demanda económica que esto conlleva. Mientras los equipos de Buenos Aires recorren muy poco durante cada temporada, un equipo como Newell’s, por ejemplo, para su maratónico ascenso de la Primera D a la Primera B tuvo que transitar 30.000 kilómetros a lo largo de los dos años de competencia. La Lepra pudo hacerlo desarrollando un gran plan de gestión, ¿pero cuánta gestión se necesitaría para que un equipo como el actual campeón del Torneo Nacional del Consejo Federal, Estrella Austral de Río Grande (2.800 kilómetros de la city porteña), pudiese realmente competir?
Con los números sobre la mesa, es momento de comenzar a debatir cuán sano es para el desarrollo de los jugadores que la máxima categoría nacional se reduzca prácticamente en su totalidad a Bueno Aires. ¿Cuánto talento del interior del país se está desaprovechando?
Más allá de las cualidades individuales y del trabajo que le implica a un jugador, o a una jugadora, poder llegar a ser visto y convocado para defender la camiseta de un equipo de Buenos Aires, el contexto competicional siempre será fundamental en la formación.
Si bien la liga de Rosario, por ejemplo, es cada vez más fuerte y más competitiva, de no modificarse este paradigma se continuará extendiendo la brecha entre jugadores que se desarrollan y forman en contextos competitivos cada vez más diferentes. ¿Es justo que el sueño de jugar en la liga de AFA se reduzca, para un pibe del interior, en tener que ir a vestir la camiseta de un equipo de Buenos Aires?
Una luz de esperanza fue la creación de la Liga Nacional, impulsada por el inigualable Diego Giustozzi, donde equipos del interior del país tienen que disputar incontables instancias previas para cruzarse en 32avos de final con los equipos que compiten en la liga de AFA como si de por sí ser de Buenos Aires ya fuese un mérito deportivo. Algo es algo, más allá de que en los pasillos de Viamonte 1366 constantemente sea plantee la disolución o el desligue de la competencia.
En la vereda contraria a esta idea están quienes plantearán el para qué cambiar si los resultado a nivel selección son óptimos. Y puede que tenga su lógica, pero no deja de ser un pensamiento conformista y limitado frente a la posibilidad de algo aún más superador.
En definitiva, y haciendo un paralelismo que a alguno podrá disgustarle, cuando León Najnudel comenzó a luchar por una Liga Nacional de Básquet en la que el interior del país pueda estar representado, la selección argentina de ese deporte ya era campeona del mundo. Esa proeza lograda en 1950 no limitó a la creación de una competencia fuerte y federal. Y menos mal, porque esa competencia que a unitarios le generaba urticaria fue la madre de nada menos que la Generación Dorada.
¿El futsal se animará a dar en algún momento ese gran paso? ¿Tendrá el valor de buscar a su Generación Dorada?
Periodista – Gestión Deportiva. Dirección en Cuna Del Futsal. Director de Operaciones y Comunicación de WAP Esports.