Sus comienzos fueron distintos, Guillermo jugó toda su vida fútbol 11 hasta que promediando el 2007 se acercó al futsal para nunca dejarlo. En cambio “Octi”, como lo llama su padre, practica la disciplina desde los 4 años de edad, pasando por todas las formativas antes de su primer año en competición. “Me hubiese gustado poder jugarlo desde chico, como Octavio” confiesa el mayor de los Fernández.
Al ser consultado por sus sentimientos al ver jugar a su hijo desde tan chico, Guillermo cuenta: “Verlo jugar es muy lindo, creo que todo papá futbolero lo sueña apenas nace o antes ¿no? Siempre me saca una sonrisa ver los chicos con esa mezcla de inocencia y pasión por la pelota, te llena de alegría y es una actividad que disfruto muchísimo”. La pasión por los colores que defienden no queda en segundo plano, ya que ambos lo consideran como algo “increíble”.
Los consejos de los padres están siempre al caer, y Guillermo no es la excepción: “Siempre le doy consejos, pero de los que considero importantes para a esta edad, como el respeto y el compañerismo”. “La parte futbolística se la dejo a los profes, aunque a veces algún que otro consejo le doy” confiesa entre risas, y agrega: “Simplemente que juegue todo lo que pueda”.
Octavio cuenta que siempre que puede va ver a su papá, y es algo que disfruta: “Me gusta mucho ir a verlo porque puedo jugar con otros chicos también”. Además demuestra su admiración: “Juega muy bien, mete muchos goles, una vez en el clásico hizo dos” declara Octi dejando salir su lado leproso a la luz.
La pasión de los dos por la disciplina es tal que no solo lo practican, sino que también disfrutan de verlo desde afuera: “Miramos muchos partidos, los de AFA, los de cuarta y de la Selección”. Sin dudas los Fernández adoptaron al futsal como actividad de padre e hijo por excelencia y el Claudio Newell se convirtió en el patio de su casa.